El comportamiento se ve moldeado por la genética, el temperamento, el historial de aprendizaje, el estado de salud, el entorno, relación con su familia, niveles hormonales, la edad… y para modificar una conducta hay que evaluar TODO. No es tan fácil como “corrige esto y refuerza aquello”. Si un profesional no considera o no evalúa todo el ambiente y el historial del perro y solo se centra en el comportamiento problemático… busca una segunda opinión. No saben cuántos casos me llegan (la gran mayoría de los que veo a diario) en los que han pasado por adiestradores que usaban técnicas obsoletas y dañinas que solo han empeorado la situación. Algo que empieza siendo una conducta propia de la edad o de la especie que muy fácilmente se “soluciona” estableciendo una buena rutina, termina por volverse un problema de estrés crónico, ansiedad generalizada y desconfianza total en su propia familia. Inhibir no soluciona los problemas, los esconde… y luego estallan.